La princesita persa amaneció aburrida. El poeta ya no le hace ninguna gracia.
Desde su ventana ve un limonero bien cargado. Las ramas se vencen ante el peso de los frutos y las hojas lucen polvorientas. El sonido de la fuente no la calma, cierra los ojos y busca una ilusión, un recuerdo un sueño. Scheherezade no sueña ni recuerda. Suspira y su aliento cae entre las piedras de la fuente y el silencio del patio la devora. Más allá el muro blanco y más allá del muro un suave aroma. Una fragancia virgen de primavera que se cuela...entre las ramas y se mezcla con el cítrico ambiente que envuelve su habitación y se ha impregnado en sus labios. Los labios que besan amargamente al poeta. Esta aburrida y con el instinto de fuga en la piel. El reloj del pecho acompasa su corazón y de pronto se detiene. Pálida y cubierta de desdén vuelve al lecho...y lee las Soledades de Machado: ...Y era el Amor, como una roja llama..
viernes, 26 de septiembre de 2008
Scheherezade leyendo a Machado
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