viernes, 26 de septiembre de 2008

Scheherezade leyendo a Machado



La princesita persa amaneció aburrida. El poeta ya no le hace ninguna gracia.
Desde su ventana ve un limonero bien cargado. Las ramas se vencen ante el peso de los frutos y las hojas lucen polvorientas. El sonido de la fuente no la calma, cierra los ojos y busca una ilusión, un recuerdo un sueño. Scheherezade no sueña ni recuerda. Suspira y su aliento cae entre las piedras de la fuente y el silencio del patio la devora. Más allá el muro blanco y más allá del muro un suave aroma. Una fragancia virgen de primavera que se cuela...entre las ramas y se mezcla con el cítrico ambiente que envuelve su habitación y se ha impregnado en sus labios. Los labios que besan amargamente al poeta. Esta aburrida y con el instinto de fuga en la piel. El reloj del pecho acompasa su corazón y de pronto se detiene. Pálida y cubierta de desdén vuelve al lecho...y lee las Soledades de Machado: ...Y era el Amor, como una roja llama..

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