viernes, 7 de diciembre de 2007

Humo en los ojos...

Ayer tuve una de las tardes más placentera en días, meses...me sentía ligera y sin prisas. La zona uno fue el escenario de estas horas de gozo.

Mientras caminábamos un amigo mencionó que las zonas tenían un nombre poco agraciado. A nadie se le ocurrió algo más interesante que nombrarlas con números: uno, dos, tres. Los números, de cierta forma, nos hacen evocar las secciones de una prisión o de un pabellón psiquiátrico. Y tal vez así lo sea, posiblemente la ciudad sea por ratos una enorme prisión donde todos nos encontramos pagando algún tipo de “criemen” o recibiendo algún tipo de "castigo" o bien en ciertos días u horas las calles en las que transitamos se asemejen a los interminables pasillos de un manicomio. Automedicados con cualquier cosa hemos dejado de percatarnos o simplemente los electroshocks nos han hecho olvidarlo. Todos más de alguan vez nos hemos sentido prisioneros o recluídos sin embargo, ayer yo me sentía libre.

Fue un placer caminar entre los libros y ver un pocket kamasutra de referencia rápida junto a la náusea de de JP Sartré y el libro chispas poéticas para niños de un autor que no recuerdo. Y por su puesto quien puede resistirse al encanto de las vanidades, buen hogares o “selecciones” de los 80s. Después de husmear por las hileras de libros las manos quedan amarillentas por el polvo y mi nariz empieza resentirse. Mis ojos se abren veo el libro que he buscado desde hace mucho: El Anticuario de Sir Walter Scott, he querido reponerlo por que es el único que falta de la colección verde-ceniza que adorna una librera del salón; lo perdí hace años no sé ni en dónde pero cargo con esa culpa. Lo tomo y lo observo, una sonrisa se dibuja en mi rostro. Buscó a mis amigos los veo distraídos por allí en otros puestos. Lo vuelvo a dejar por algún motivo que aú no comprendo dejo pasar la oportunidad de completar la colección. Irremediablemente el hueco seguirá en la librera.

Sigo caminando, y me digo a mi misma qué lindo es voltear a ver y descubrir que a tu lado está alguien que realmente te agrada, con quien sientes ese ritmo inexplicable que hace que la vida sea una danza ligera y armoniosa. Sonríes ves el semáforo sin verlo, no importa si esta en verde o en rojo, cruzas con total seguridad las camionetas y demás autos tendrán que detenerse, hoy eres imparable, imperturbable, irreverentemente feliz.

Para rematar un brindis con café y un abrazo de esos bien puestos de los que te dejan hormigueo en el cuerpo...

El humo en los ojos ya no es una cortina… ves las posibilidades que la vida te ofrece y las tomas.



2 comentarios:

Gabriel Woltke dijo...

Realmente no hay nada mejor que caminar por el centro histórico...
libros viejos? yo tengo mi propia libreria de usados, visita el Tecolote una esquina arriba del parque Colón,

el olor a tierra mojada, seguramente solo comparable con el olor a libros viejos.

lastima que no te llevaste el libro.. yo por eso cuando encuentro de una vez a la bolsa.
Asi consegui La Conspiracion de Nizan, (este era tapón del Sartre), me falta Aden Arabia, por si lo has visto

irie

Chicaborges dijo...

Mmm el olor a tierra mojada es vida! Yo tengo piezas de barro que mojo sólo para olerlo. Estaré pendiente del libro en mi próxima excursión. Yo tengo una manía gruesa de autosabotearme así que no comprar el libro es parte de eso.