jueves, 26 de noviembre de 2009
La delgada línea roja
entre sueños y pesadillas. Ya perdí la cuenta del número de veces que me sueño judía perseguida, viviendo en ghettos y perdiéndolo todo. Es como si la primera vez que leí Anna Frank se quedó grabado en forma de cinta y en las noches automáticamente se encendiera. Una y otra vez.
Luego las fotos en la pared subiendo a mi habitación, en blanco y negro, resaltando la nariz prominente y las ojeras; el cabello largo muy largo atrapando el rostro, ocultándolo. Los ojos transparentes de tristeza.
Las paredes de la habitación limpias, como celda. Las posesiones sólo atan. No tener, no querer, no poder... cuál de todas es hoy. Comidas frugales, frías, pan del otro día, las sobras, en tiempos de guerra...
Soñar con el tren que marcha lento sobre unos rieles que acaban al cruzar una puerta que dice Arbeit macht frei, "el trabajo libera" y ser un workaholic... Allí hago fila una y otra vez y recuerdo el baño con dos gatos lamiéndose... limpiándose, acariciándose con su propia lengua.
Recuerdo ver un documental en el que un sobreviviente decía qué pasará cuando el último de nosotros muera...Tal vez por eso las imágenes no acaban, es su forma de perpetuarse en sueños.
Y que hay de la fiebre, noches enteras sintiendo frio.
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