En tu piel morena con los años y
los amores clandestinos
se dibujaron huellas atigradas
que no se borran con la belleza de tus versos
En esta selva citadina
pinto tu cuerpo
y plomizo tu corazón
late a un ritmo desconocido
pesado e indiscreto
No hay más silencio en los espejos
y el alba dejó de ser furtiva
Ojos grandes y bocas pequeñas
saben de norte a sur
desde lo más remoto a lo más cercano
lo que antes parecía indescifrable:
La verdad.
los amores clandestinos
se dibujaron huellas atigradas
que no se borran con la belleza de tus versos
En esta selva citadina
pinto tu cuerpo
y plomizo tu corazón
late a un ritmo desconocido
pesado e indiscreto
No hay más silencio en los espejos
y el alba dejó de ser furtiva
Ojos grandes y bocas pequeñas
saben de norte a sur
desde lo más remoto a lo más cercano
lo que antes parecía indescifrable:
La verdad.
No eres dueño
más que de un estrecho
recinto donde agradeces la rutina
la memoria de una mujer que no desiste
un recuerdo que amarga
un par de paredes donde ignoras el presente
y desdibujas el porvenir con crayolas.
Detrás de la puerta dejas las deselaltades
propias y ajenas.
Además, que cruzas la calle y una misteriosa felicidad
lejana a la esperanza pero cercana a la inocencia
se apodera de ti y se dispersa entre tus manchas.
Humildemente la haces polvo y vuelves a tu concurrido
infierno.