miércoles, 20 de mayo de 2009

Temporada de lluvias


Hoy amanecí con Borges, tenía tiempo de no hacerlo. No sé si es por los medicamentos, la fiebre, el mes…este mes lluvioso en el cual muero, revivo y me fracciono. Al despertar recordé un poema que le dedica a Lugones:


Los rumores de la plaza quedan atrás y entro en la Biblioteca. De una manera casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un orden, el tiempo disecado y conservado mágicamente…
Estas reflexiones me dejan en la puerta de su despacho. Entro; cambiamos unas cuantas convencionales y cordiales palabras y le doy este libro. Si no me engaño, usted no me malquería, Lugones, y le hubiera gustado que le gustara algún trabajo mío. Ello no ocurrió nunca, pero esta vez usted vuelve las páginas y lee con aprobación algún verso, acaso porque en él ha reconocido su propia voz, acaso porque la práctica deficiente le importa menos que la sana teoría. En este punto se deshace mi sueño, como el agua en el agua. (…) y usted, Lugones, se mató a principios del treinta y ocho. Mi vanidad y mi nostalgia han armado una escena imposible. Así será (me digo) pero mañana yo también habré muerto y se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de símbolos y de algún modo será justo afirmar que yo le he traído este libro y que usted lo ha aceptado.


Algo así fue mi sueño robado, un encuentro con Borges en un lugar dónde no importa que él sea ciego y esté muerto y yo escriba sin tener la certeza de ser leída mientras mi ser se siente pelirrojo.

Después de este sueño decidí seguir el consejo de un querido amigo y olvidarme de la historia y seguir las palabras. Recreando al Golem...


Yo: mi propio GOLEM

I
Asumiendo que el nombre es el arquetipo de la cosa
En las letras de mi nombre está mi esencia
Y todo el cielo en la palabra formada por consonantes y vocales
codificadas por un Dios
Sin la roña del pecado
Ni taras heredadas
Tras de mi se perderán generaciones
Que tuvieron la noción de un primer hombre, un primer día
Y el final.

II

Yo una vaga sombra que se insinúa como historia
Aún sin definir, viva en la memoria con complejas variaciones
Huésped de una recuerdo que se sueña sólo en las noches de invierno
Mientras los rayos caen y los árboles son vencidos por el viento
Muñeca de torpes pies y ansiosas manos que admiran
Las letras, el tiempo y el espacio.
Simulacro soñoliento
De párpados que no perciben forma ni color
Sólo movimiento

III
Aprisionada por una antes y después
Por mi, por ellos y por los otros
Perdí el nombre en un lugar común
Y tuve que aprender a reconocerme entre
La multitud.
Primero los ojos y por último la voz

IV
Algo anormal y rudo hubo en mi resurrección
Hasta bondadoso y tierno creador
Pensó en cómo pudo engendrar a tan frágil hijo.

VI
Había creado un símbolo más que mientras
Pasaba el tiempo y se modificaba el espacio
Transmutaba en significado


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